Blog de Ignacio Fernández

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martes, 6 de septiembre de 2016

Sensaciones

     Hay palabras que de repente saltan a la fama y modifican nuestra manera de describir la realidad. Un día ocurrió que desde esos informativos meteorológicos de la televisión nos explicaron que una cosa es la temperatura y otra, la sensación de esa temperatura, de tal modo que ahora casi todos hablamos de la sensación de frío o de calor, no así del frío o del calor propiamente dichos, como si hubiésemos cursado un máster en climatología. Eso pasa con las sensaciones.

     No de otro asunto se ha hablado más, por ejemplo, a lo largo de los recientes juegos olímpicos, de los primeros partidos de la nueva liga de fútbol o del devenir de la todavía viva Vuelta ciclista. De las sensaciones. Hablar de sensaciones es como anticiparse al futuro pero sin adquirir compromisos: “las sensaciones son buenas”, “voy teniendo sensaciones”, “parece que las sensaciones son positivas” y así sucesivamente. El rendimiento es harina de otro costal, pero en cualquier caso las sensaciones nos animan y nos confortan, nos predisponen así a los deportistas como a los espectadores. En suma, nos hemos vuelto sinestésicos.

     Porque el mundo de las sensaciones es sobre todo un mundo sensorial, aunque luego lo transformemos en algo así como una percepción psíquica y consigamos razonarlo en otros términos. Y por eso nuestro país vive desde hace meses de puras sensaciones más o menos animadas, en lugar de hacerlo de realidades debidamente contrastadas. En verdad no de otra forma puede explicarse el acontecer político y sus comportamientos. En lugar de construir un nuevo tiempo, nuestra primera preocupación es estimular la sensación adversa sobre el contrario e hipertrofiar la (también) sensación de hastío hasta no tener fin. Incluso se extiende ya la terrible sensación de que, tal y como nos va, no tenemos ninguna necesidad de contar con quien gobierne.

     En fin, lo que sucede también con las sensaciones es que uno se congela y ni siquiera es capaz de darse cuenta hasta el fatal desenlace. Hasta la no sensación.

Publicado en La Nueva Crónica, 6 septiembre 2016

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