Quieren los caprichos del
calendario que en el 14 de febrero se reúnan amor y muerte. Lo primero viene de
lejos, al menos de las fiestas romanas dedicadas a la fertilidad, que la
Iglesia Católica cristianizó por medio del supuesto mártir San Valentín. Lo
segundo procede de los tiempos de Al Capone, en 1929, quien al parecer ordenó
en esa fecha la matanza de la banda “North Side Gang”. Nadie celebra esto
último, por supuesto, pero nadie escapa sin embargo de la celebración almibarada
de lo primero. Nadie salvo Moderato Cantábile, que, para llevar
la contraria y contrapesar tanto exceso ñoño, recoge del cancionero las
canciones, abundantes, de desamor y propone declarar esta fecha musical como el
Día de los Desenamorados.
Amplio es el repertorio,
a pesar de que la competencia con el sentimiento contrario sea desigual. Lo
decía Paul Reidy, director de marketing estratégico de la discográfica
Universal Music España, “sería muy complicado encontrar un disco de larga
duración en la historia del pop rock –que no sea instrumental– en el que no
haya al menos una canción que, por algún lado o de alguna forma, esté inspirada
por el amor, por el desamor, por la pasión, por el corazón, finalmente”.
Quedémonos pues con el desamor y vayamos al grano.
Dice bien para la ocasión
Rafael Sánchez Ferlosio: “No me quiere; tal vez no es Melibea… ¡Claro que es
Melibea! Lo que pasa es que yo no soy Calixto”. Pues bien, ningún Calixto tan
ingenuo como Tonino Carotone, cuya desesperación no le deja otra que entonar Me
cago en el amor [https://www.youtube.com/watch?v=cu3K1njbYqs], y pocas Melibeas como la mejicana Paquita la
del Barrio, experta en poner los corazones en su sitio, como bien demuestra en Arrástrate
[https://www.youtube.com/watch?v=LD1NuVwZv3M]. Aunque no todo va a resultar tan crudo.
Calixtos y Melibeas desprendidos de su papel original en el drama los hay a
raudales y se expresan conforme les ha ido en la feria y de acuerdo con la
intensidad del sufrimiento, que también en eso hay grados, faltaría más. Escúchese,
por ejemplo, el caso de Pedro Ruy Blas solidarizándose con aquellos A los
que hirió el amor [https://www.youtube.com/watch?v=Z1v7xHykg9I], más cercano a un tratado de Filosofía moral
que al desgarro de vestiduras, por más que el the end no deje lugar a dudas. U
obsérvese la ironía inigualable de Javier Krahe, que lleva la penitencia en el
pecado y quizá por ello canta su arrepentimiento en Si lo llego a saber [https://www.youtube.com/watch?v=thBGWIDIPKU]. Puntos de vista distintos para historia y protagonistas
también distintos.
No obstante, conviene
acercarse a sonoridades con el denominador común del destrozo. Eso que han dado
en llamar tontamente “lo latino” aparece cuajado de casos hasta convertirse en
todo un paradigma del desenamoramiento cantado. No hace falta rebajarse para
ello a las muestras más comerciales y manifiestamente desechables. No, hay
muestras más que sobradas de alta calidad e influencias recogidas desde otras
geografías. Entre las primeras, la fuente principal es el tango, que traemos
aquí en la versión que Adriana Varela hace de Fuimos, original firmado
en 1945 por Homero Manzi y José Dames [https://www.youtube.com/watch?v=MOPUUvNrs7s]. Y para verificar las segundas valgan a
continuación un par de cantables extraordinarios: Amor se escribe con llanto
a cargo de Enrique Urquijo y Los Problemas [https://www.youtube.com/watch?v=Hw4OXCIou5M] y Camas vacías según visión de Joaquín
Sabina [https://www.youtube.com/watch?v=W22jnWJp0GA].
Mas no nos engañemos, el
mal de amor es universal y otras latitudes y otras lenguas dan testimonio de
ello y no se quedan cortos en su expresión. Parecen más dulces porque sus voces
quieren serlo, pero los mensajes no son al cabo menos contundentes. Christina
Rosenvinge, que era una chica pop de lo más suave, se largó un día a los
Estados Unidos, se puso seria y acabo cantando cosas tan graves como German
Heart [https://www.youtube.com/watch?v=_aXriEF6Z40&index=48&list=PL2B02082D18757F44]: “Desde que te has ido / parece que el teléfono
/ es la única cosa / que respira en esta casa. / Tu foto está en la pared / y
aquí está la muñeca viviente: / la talla es perfecta, / horriblemente bonita, /
descargada”. Y Carla Bruni, encasillada ella en su papel de modelo de
terciopelo y primera dama de la grandeza francesa, es capaz no obstante de
plantarse como la que más y hablar severamente de L’amour [https://www.youtube.com/watch?v=O_CR5IzutwQ]: “El amor… no me va. / No se trata de Saint-Laurent,
/ no ajusta perfectamente. / Si no encuentro mi estilo, / no es necesario
probar. / Y el amor… lo dejo caer”. Aunque, para remate del señorío duro y sin
contemplaciones, volvemos a la lengua castellana para encontrarnos con quien
afirma No me importa nada, Luz Casal [https://www.youtube.com/watch?v=_7ApOSWoEZ4].
Bien, sin agotar el
filón, recordemos que nadie ha escapado de esta temática, ningún tiempo, ningún
estilo, ninguna categoría musical. Ni tan siquiera los dioses de la movida, en apariencia seres simplemente
divertidos y triviales. Basten dos botones como muestra: el de Pedro Almodóvar
en sus años más locos clamando su desesperación sentimental Moquito
a moco [https://www.youtube.com/watch?v=Wkz4tq1Ou3U] y la supermoderna Alaska en su última
reinvención, la de Fangoria, hablándonos de una más que insufrible Fiesta
en el infierno [https://www.youtube.com/watch?v=I18cGxNFECk]. Lo dicho: sin escapatoria.
Y ahora sí, vayamos
cerrando el baile y hagámoslo de una manera más que digna. Hasta en el desamor
se debe ser digno, que ya bastante echados a perder estamos cuando nos alcanza.
Nadie lo busca pero al final todos lo cantan. Con dolor pero con exquisita
ternura. Es el caso de la israelí, de lengua judeoespañola, Yasmin Levy.
Canción deliciosa la suya, Mi corazón [https://www.youtube.com/watch?v=S0ZpEBctOYQ]. Con ella cerramos capítulo, recordando de paso
a todos los Calixtos y Melibeas las enseñanzas añoradas del sabio Manuel
Vázquez Montalbán: “¿Cómo amaríamos si no hubiésemos aprendido a amar en los
libros? ¿Cómo sufriríamos? Sin duda, sufriríamos menos”.
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