Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 24 de septiembre de 2017

Empresarios

     Nadie puede discutir los méritos de quienes han merecido en los dos últimos años el galardón como empresario leonés del año. Tampoco, naturalmente, los criterios que guían en su elección a la organización empresarial patrocinadora de dicho premio. Sin embargo, una tendencia se consolida en esas últimas ediciones que sintoniza con un sentir local tan decadente como dado a lo espectacular. Que la hostelería y el show protagonicen la distinción a las empresas leonesas tiene poco que ver con un modelo productivo estratégico y mucho más, sin embargo, con actividades subalternas, las de los servicios con escaso valor añadido.
     Cierto es que desde otras plataformas se destacan iniciativas innovadoras, que haberlas haylas, generalmente mucho más jóvenes, y cierto también que ese tipo de laureles atienden por norma a carreras consolidadas; pero no se debe olvidar, no lo debe hacer la organización empresarial más representativa, que semejantes convocatorias incluyen así mismo un significado didáctico para el resto de la sociedad, es decir, para los no empresarios o empresarias.

     En fin, los premios son lo que son y siempre levantan polémicas inevitables, incluso bulos, como ha ocurrido recientemente con otro showman, Pablo Motos, pero si algo merece la pena en ellos es precisamente ese sentido pedagógico o de muestra para terceros. Sus ganadores se convierten en modelo o en referencia, como se dice ahora, pero además connotan. Es decir, sugieren o añaden un alcance indirecto. En el caso que nos ocupa, el de las empresas, esa connotación es más que relevante en unos tiempos y en una geografía tan necesitados de ella.

     Ésa es la crítica que merece la federación empresarial, no así los premiados, pues desaprovecha la oportunidad para realizar una apuesta más arriesgada que nos permita a los comunes pensar que hay en el entorno algo más que moho. A no ser, claro, que los arriesgados no formen parte del clan, que no estén asociados, lo cual, francamente, no deja de ser otra calamidad.

Publicado en La Nueva Crónica, 24 septiembre 2017

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