9 de octubre de 1967, la
fecha de la muerte de Ernesto Che Guevara, hace cincuenta años de ello. Leí al
respecto que hablar del Che es hablar de alguien que juzgó su peripecia como
“la historia de un fracaso”; alguien que en un momento de su vida se calificó
como “una fría y selectiva máquina de matar”, aunque no haya campaña pacifista
en el mundo sin su rostro flameando en alguna bandera; alguien que se opuso con
fiereza a los valores del capitalismo y, sin embargo, en internet se venden
centenares de fetiches con su imagen; alguien que descreía del tópico héroe
americano, aunque Hollywood ha acabado devorándolo y lo ha representado a
través de Omar Sharif, Antonio Banderas, Gael García Bernal y Benicio del Toro.
Hablamos de alguien que firmó los billetes con desprecio y llegó a predecir el
fin del dinero, y que en cambio hoy aparece –no su firma, sino su cara, esa
marca no del todo registrada- en dinero que manosea cualquiera. Su prototipo de
ser humano buscaba un hombre nuevo, sin vicios, aunque ahí está él, volando en
un coffee-shop de Amsterdam bien fumado y con los ojos perdidos… Todo debió
empezar con una canción, más o menos así: Hasta siempre, comandante de Carlos
Puebla y los Tradicionales [https://www.youtube.com/watch?v=I-064cEZfK8].
Naturalmente, excesivas
serán sin duda las muestras, sacras y profanas, en este altar del calendario,
tantas como para guardar mejor un discreto silencio. No obstante, decenas de
canciones, decenas de poemas han tenido al Che como elemento generador, y no
podía Moderato Cantábile evitar la exploración de ese lado del mito.
Porque, aparte de los textos que le dedicaron, entre otros, León Felipe,
Vicente Aleixandre, José Ángel Valente, Manuel Vázquez Montalbán, Nicolás
Guillén, Julio Cortázar, Mario Benedetti y hasta Victoriano Crémer, el
cancionero tiene en él una cita repetida y jugosa que conviene repasar. El
cantable citado antes, desde luego, inspirador a su vez de numerosísimas
versiones, de las que no podemos desdeñar un par de ellas bien distantes: la
muy extraña del británico Robert Wyatt [https://www.youtube.com/watch?v=knaKOMgZi4M] y la muy contundente de los madrileños Boikot [https://www.youtube.com/watch?v=q8wiUXX20lk]. Pero hay más, mucho más, como escucharemos a
continuación.
El cancionero guevariano
tiene, como casi todo en él, dos rostros, dos polos no opuestos que responden,
sin embargo, a motivaciones diferentes. De un lado, los cantos de exaltación y
de homenaje, que lo son en cierto modo también de reproche por el destino. De
otro, los cantos de vuelta, los que se escribieron y cantaron mucho después de
los hechos, una mezcla de melancolía y de escepticismo.
A la cabeza de los
primeros se sitúa sin ningún tipo de discusión el Soldadito boliviano, ya
sea en la versión que firmó originalmente Paco Ibáñez [https://www.youtube.com/watch?v=pcZ09xHLvsU], ya sea en la más tardía de la argentina Nacha
Guevara [https://www.youtube.com/watch?v=SUcoArJNUcE], ambas imprescindibles. El caso es que este
caudal fue fecundo sobre todo en Latinoamérica, no sólo por ser el escenario de
la obra sino por complicidades más que evidentes. Se ven con claridad en el
caso de Pablo Milanés, que canta Si el poeta eres tú (con
introducción aquí de Cortázar) [https://www.youtube.com/watch?v=njypdiuY3rU]; pero también, claro, en el de Quilapayún, que
entonaron su Elegía al Che [https://www.youtube.com/watch?v=r9jj1JOJsvA], y en el de Víctor Jara, que extendió un poco
más el contenido de su canto en A Cuba [https://www.youtube.com/watch?v=XGXk0iPxvAI]. Pero tampoco se puede ignorar la buena dosis
de connivencia en la Nana del Che del reactualizado Luis
Pastor [https://www.youtube.com/watch?v=SYFKQYu96eg] o La mort du Che del francés
Lavilliers [https://www.youtube.com/watch?v=XaqADoHmMu4]. Repite este último en el estribillo: “En
octubre 67 en la Sierra, / Ernesto Che Guevara ha alcanzado su independencia. /
Qué soledad, qué andanza”.
Del otro lado, como
indicábamos, se extiende, sin sustituir a aquél, otro cancionero menos
glorioso, donde la figura del Che es referente también, pero se le canta con
desconfianza, incluso con desidia o indolencia. También el tiempo erosiona los
mitos a la vez que nos erosiona a nosotros mismos.
Acerca del mercado urdido
alrededor de este hombre, se expresa con ironía Kevin Johansen en McGuevara’s
o CheDonald’s [https://www.youtube.com/watch?v=32aUM4iFG0c], aunque salva el tipo dignamente sea cual sea
el punto de vista. No sucede así con Ismael Serrano en Papá, cuéntame otra vez [https://www.youtube.com/watch?v=wSCUV7ysBbI], donde se consagra como un cantante tópico que
canta tópicos, un anticipo avant la
lettre de la serie televisiva del mismo título. Aroma a naftalina y mal
rollo. Y más desoladores resultan, en fin, las visiones francesas de Abd Al
Malik en La gravité [https://www.youtube.com/watch?v=bny8nFTsDrU] y de Les fatals Picards en Comandante [https://www.youtube.com/watch?v=7XeXKmGglB4]. Recita el primero: “Causar daño a la burguesía
como el Che Guevara, levantarse cada mañana sin realmente saber por qué, sufrir
del sinsentido, una enfermedad que no ahorra ningún personaje. Yo vengo de un
lugar donde nada es verdaderamente grave”; y lo contrarrestan los de la
Picardía con un cóctel bien distinto pero igual de sincero: “Revolución,
revolución, viva tequila, viva Guevara, viva la fiesta, viva la playa”.
Para el final hemos
dejado un fragmento de un ensayo del cubano Iván de la Nuez y un grupo
argentino. El primero escribió hace unos años: “Era en Berlín occidental, y no
en el Berlín comunista, donde se vendían más objetos del Che. Y tuvo que ser un
shock para los alemanes de la antigua RDA descubrir que, entre los elegantes comercios
de Charlottenburg, al otro lado de aquel muro que ellos mismo derribaron, hay
una tienda dedicada exclusivamente a este hombre que debe haberles provocado
más de una pesadilla en su pasado comunista. Para la izquierda radical, el fetiche
del Che significa una victoria cultural después de una derrota política. Para
la derecha radical, el fetiche del Che significa una derrota cultural después
de una vitoria política”. Y el grupo no es otro que Los fabulosos Cadillacs: en
su canción Gallo rojo [https://www.youtube.com/watch?v=EC8lse7va-8], sin ser explícita, se descubre aún una imagen
del, según Max Aub, “único caudillo de nuestra época muerto en el campo de
batalla”.
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