Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 10 de diciembre de 2017

Luces

     Aunque el tiempo no esté bueno ni para el empleo ni para las pensiones, tal y como hemos vuelto a comprobar esta misma semana, los aires pontificales que nos han mecido en estos días son el preludio más que irreversible para la caída de bruces en el aturdimiento navideño. Y aunque la ciudad de León, cuentan, sea la segunda capital de la Comunidad que menos gasta en luces de Navidad por habitante, nadie, ni de acá ni de allá, escapará del impacto visual de esas dichosas fechas. Al cabo, lo de menos es si se gasta mucho o poco en iluminación, porque el objetivo de esas luces, al lado de otros efectos especiales, no es alumbrar sino deslumbrar.

     Es decir, perder momentáneamente la vista, sí, pero también asombrar, encantar y fascinar. Todo en uno. A ello ha venido colaborando en fechas precedentes el cretinismo comercial de campañas importadas que no son ya ni original ni copia, sino todo lo contrario. Luego, en el estricto sentido pontífice, la sucesión de festivos animó a los medios, especialmente la televisión pública, a exaltar por enésima vez la necesidad de irse unos días de turismo como si tal cosa. Y, finalmente, como decimos, he aquí ya el trajín y el barullo general, que ha obligado, parece, a regular en algunas calles el tráfico de peatones con sus bártulos. En fin, la orgía. Y cuanto más contada, más orgía. Y si es televisada, todavía mejor.

     Cuando las mentes preclaras dieron por concluidas las crisis, encontraron precisamente en el turismo y en las compras a destajo el antídoto contra la murnia generalizada y se afanaron en cantar sus glorias sin ningún pudor. Naturalmente, diciembre, que es un tiempo de escarcha, viene arropado por la paradoja festiva que le convierte en un tiempo ideal para extender la consigna de la eterna felicidad. No importa que el dato del empleo o de la Seguridad Social digan lo contrario. Y por eso mismo colgamos luces en las calles, en los escaparates e incluso en el interior de las casas: no tanto para iluminar como para obnubilar.

Publicado en La Nueva Crónica, 10 diciembre 2017

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