Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

martes, 29 de mayo de 2018

A.BAYLOS y J.MORENO: Comisiones Obreras paso a paso

LOS AUTORES
     Catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad de Castilla-La Mancha el uno y sindicalista de largo recorrido el otro. Teórico y práctico uno y otro, se complementan en su visión sobre la historia del Sindicato, analizada desde fuera pero también desde la militancia.

EL LIBRO
     El libro tiene dos partes muy definidas. En la primera se lleva a cabo un estudio sobre el nacimiento y desarrollo de CCOO durante el franquismo y la transición, continuando con su actividad en el sistema democrático durante la época de división sindical, durante el gobierno socialista, para culminar con la unidad de acción y la huelga general del 14-D de 1988 como un gran hecho histórico irrepetible. En la segunda parte, el libro ofrece un recorrido cronológico exhaustivo sobre estas fases históricas, relacionando los acontecimientos más relevantes -en España, en Europa y el resto del mundo- que contextualizan la serie temporal.

EL TEXTO
     "No someterse, conocer las fuerzas de la propia rebeldía y lograr, con el pragmatismo y la lucidez de la inteligencia colectiva, posiciones mejores para defender de la mejor manera posible los intereses y las condiciones de existencia digna de los trabajadores y trabajadoras (...) Los problemas de hoy están iluminados por el pasado. Mirando hacia atrás, descubriendo sus pormenores, se ilumina el presente que permite avanzar más y más en el futuro".

domingo, 27 de mayo de 2018

Himno

Un himno es ante todo una composición poética destinada a alabar a los dioses, a los héroes, a Dios, a la Virgen o a lo santos; también sirve para exaltar a un gran hombre (no a una gran mujer), celebrar una victoria u otro suceso memorable o expresar júbilo o entusiasmo; y por último, en este recorrido por la definición académica, un himno es una composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan. Todo muy sublime hasta que llegó Marta Sánchez y la subieron al escenario político, como una diva, los aspirantes al trono hispano. Los líderes presuntos del nacionalismo local mientras no se demuestre lo contrario.

Himnos es lo que sobra últimamente y demostraciones de fe en banderas y otros símbolos. Himnos en deporte, himnos en parlamentos, himnos en ceremonias de variada gama, himnos para olvidar realidades que no se entonan debidamente o que hacen desafinar a quienes dirigen la orquesta. Pronto llegará el mundial de fútbol y nos abrumarán esos ritmos repetitivos e insistentes, con unos estribillos construidos a base de la la la y chunda chunda, lo mismo que una canción del verano. Y regresará, cómo no,  la polémica sobre la ausencia de letra con la que inflamar el ardor de los gladiadores de acá frente al fervor que demostrarán los de allá con sus textos marciales, su mano al corazón y sus pechos henchidos.

No los desprecio, incluso algunos llegan a ser sencillamente bonitos, pero si he de elegir prefiero los estrictamente poéticos al modo de Espronceda o los desconstruidos a la manera de Hendrix en el Woodstock de 1969 o de Gainsbourg con su Marsellesa en plan reggae. Incluso –no sé si hoy se lo permitirían las leyes y las censuras–  las apuestas de Siniestro Total, remedando a Sex Pistols, con sus loas al lendakari o al conselleiro. Tanto dan de sí los himnos, como se puede apreciar. Tanto que hasta un hombre cabal como Agustín García Calvo llegó a escribir el de esa maltrecha Comunidad de Madrid. Qué cosas.

Publicado en La Nueva Crónica, 27 mayo 2018

domingo, 20 de mayo de 2018

Pesadilla

     Mayo progresa de susto en susto. A pesar de estampas florales, jolgorios de comuniones y memorias melancólicas del 68 francés, la pesadilla se ha adueñado del escenario. Apenas abrimos los ojos, nos asalta la sucesión de horrores y un sinfín de aparentes delirios se dibujan enfrente hasta hundirnos en la angustia como en la peor pesadilla.

     Cuento esto desde mi condición de ser inferior, en palabras del recién estrenado Molt Honorable, y por tanto con serio riesgo de confusión por mi ignorancia natural al haber nacido accidentalmente en una tierra de conejos. Con todo y siendo en verdad monstruoso que alguien así haya llegado donde ha llegado, no es el único mal sueño de estas fechas. La primavera tiene estas cosas, nos inunda de casi todo, hasta del más sucio aroma de la historia cuando se repite a sí misma como un regüeldo. Entonces aparece Berlusconi, rescatado por la justicia italiana para el noble ejercicio de la política, mientras otros tribunales absuelven a los bomberos salvavidas de un Mediterráneo que sigue oliendo a muerto y un poco más allá, ribereños también con el cementerio, decenas de palestinos suman sus cadáveres a la larga condena de un pueblo encarcelado. En los sueños nunca se sabe con certeza lo que es una crisis humanitaria y todos cometemos deslices que, al parecer, se saldan con una disculpa, un quítame allá esas pajas y pelillos a la mar, que es el morir. Y así, volviendo a la realidad, resulta que esta misma semana se oficiaron las ceremonias del balón y hubo que declarar el estado de sitio para garantizar el juego, y eso que no intervenía la federación argentina ilustrando a sus hinchas sobre cómo tratar a las mujeres indígenas para no asustarlas. Otra congoja. O asistimos al festival de los excesos luminosos, la ñoñería y el disparate de una Europa extraviada a la que un día amamos tanto. En fin, hasta Bustamante tiene nueva novia y en ciertos bares y restaurantes comienzan a cobrarnos el agua del grifo porque, dicen, nos la sirven filtrada. Con ácido lisérgico seguramente.

Publicado en La Nueva Crónica, 20 mayo 2018

miércoles, 16 de mayo de 2018

Floreal 18

     Llegados al momento convenido, en mes y año consagrados para el aniversario de mitos que no lo fueron tanto, oportuno es, muy estimada Jane, suspender con esta carta la correspondencia y emplazarnos para el encuentro que nos tenemos desde hace años reservado. Y sí, hasta aquí hemos llegado porque así se quiso y de leales es cumplir las promesas: la mía con Santos fue construir este relato y compartirlo con usted treinta años después de su accidente fatal. La suya usted sabrá cuál fue, aunque intuyo su contenido. Naturalmente, no podremos contar con el acompañamiento de Lucien, pues también él agotó sus raciones de Gitanes, aunque casi estoy seguro del adorno musical que hubiera propuesto para la reunión.

     En mi opinión, y seguro que no me alejo mucho de lo que él podría elegir y Santos refrendar, el puente de estos cincuenta años asienta sus pilares en Michel Polnareff de un lado y en Zaz de otro. Es decir, el tránsito entre la muñeca que siempre decía no, no, no y esta otra mujer deslumbrada de noche por destellos de luces mortales. Ésa es, en suma, la existencia resumida en dos cantables, siempre y cuando Santos, así era, no se hubiera puesto solemne con el cancionero y condenara cualquier forma de heterodoxia: “no sé cómo soportáis la frivolidad de los Pegamoides”, dijo, cuando alguno de nosotros se atrevió a abrir el universo a otras estéticas. Pureza la suya que emparentaba por aquel entonces con las formas exquisitas de Luis Federico Martínez, gran poeta echado a perder y compañero de estudios, que nos adoctrinaba en ritmos poéticos y demás músicas solemnes: “se lava la cierva cuando oscurece, / sollozando; / se perfuma con agua”. Pensaba yo en aquellos años que semejante delicia lírica podía convivir sin estrépito con el bote de colón, lo cual acabó convirtiéndome en un ecléctico y en un superviviente frente a las decadencias que se sucedieron: todos los ya citados más un entorno que en tiempos salvajes se cocinaba con heroína.

     Lo cierto es que nosotros éramos unos simples provincianos, como mucho, o apenas unos aldeanos de andar por casa, y del sesenta y ocho sabíamos lo justo e imaginábamos todo lo demás. Pero gracias a aquellos sucesos conocimos a Marcuse y confirmamos a Sartre, que eran cultos imprescindibles, e incluso honramos la muerte de este último casi como en un rito fundacional para el grupo. “Se murió Sartre”, decía Santos, tal que una letanía, y respondíamos los demás: “A puerta cerrada”.
     En fin, ya todo queda lejos. “Au printemps de quoi rêvais-tu?”, cantaba Jean Ferrat en 1969. Y, efectivamente, no se sabe con qué primavera soñábamos entonces ni si soñamos ahora. A pesar de que usted y yo vayamos a reunirnos precisamente en este cincuenta aniversario de aquel mayo más que apolillado, que ya ha vuelto a saltar a las páginas de los semanarios gráficos y a los titulares de las televisiones generalistas. Materia de consumo fácil a la postre, tal vez en eso se resuman nuestros verdaderos sueños. Y nuestras pesadillas. Trataremos de evitarlo, se lo prometo. Por eso, además de por otras razones, conviene dejar en suspenso esta correspondencia, tan cargada de referencias seguramente igual de apolilladas que esas páginas de presunta historia. Sin más detalles, pues, le confirmo mi llegada al aeropuerto de Orly, el día 20, a las 22’40, en vuelo de Air France. Tal y como usted me pidió y yo no hubiera podido averiguarlo de otro modo, llevaré conmigo la novela secreta de Santos. Su hermana me la entregó ayer en Palomares y me pidió que cuidáramos de ella, así como hemos cuidado durante todos estos años de la memoria del propio Santos. Será una lectura compartido. Le confieso que siento curiosidad.

     Hasta muy pronto. Suyo siempre.

Publicado en Tam Tam Press, 15 mayo 2018

domingo, 13 de mayo de 2018

Flores

     Para las gentes de mi generación, que mayo sea el mes de las flores no es sólo una cuestión del refranero ni de añoranzas hippies. Mucho tiene que ver en ello el adoctrinamiento religioso que por tierra, mar y aire recibimos desde la infancia. Y no por otra razón sabemos que este día 13 es, precisamente, un día florido, virginal y lusitano. Así que, si bien se mira, ésa es la contribución más positiva de las enseñanzas religiosas, la de sumar conocimiento a lo que llamábamos cultura general, y a eso debería limitarse ese tipo de enseñanzas en la escuela. Sin embargo, sabemos bien que ni sucedía ni sucede así y que el desequilibrio entre estos contenidos y otros es notable, hasta el punto de que pocas son las personas que a ese acervo común básico han incorporado otro tipo de flores más literarias, las del mal que firmara Baudelaire. Seguramente porque hay quien, al elaborar leyes, currículos y programas educativos, con buen juicio considera impropio de criaturas semejante colección de pecados líricos, aunque no haya problema en que la ternura de niños y niñas conviva con muertes y resurrecciones, con torturas y sacrificios, con infiernos y martirios. También con flores, por supuesto.

     Lo mismo que ocurre, por ejemplo, con el Romance del prisionero, juzgado como impropio para niños y niñas de corta edad, que no han alcanzado lo que llamaban el uso de razón. Quizá porque nadie quiera explicarles en qué consiste el mal galardón que la voz poética reclama para el ballestero asesino de la avecilla que cantaba cuando, justamente, los campos estaban en flor. No hay inconvenientes, sin embargo, en que padres, madres y demás familia reclamen vacación y se les conceda para acompañar a esos mismos niños y niñas a la ceremonia del desenclavo, a la angustia y a la soledad, a la procesión de la Dolorosa o de las Tinieblas, al Rosario de la buena muerte, a la exposición de las llagas de Cristo o de la imagen de la Virgen de la Amargura. Todo esto sí es natural, al parecer, y razonable.

Publicado en La Nueva Crónica, 13 mayo 2018

domingo, 6 de mayo de 2018

Madres

     Quiere el calendario que dos fechas bien vestidas coincidan anualmente casi al mismo tiempo, aunque no ocurra tal ni en sus mensajes ni en su eco: los días dedicados al trabajo y a las madres, que vienen a inaugurar el presunto esplendor del mes de mayo.

     A pesar de que ambos soportan un significado más que notable en nuestro existir, no se muestran de la misma forma ni mucho menos. Mermada la resonancia del primero en la misma medida en que lo está en la sociedad actual el valor de su referente, crece en proporción inversa el segundo por más que la maternidad adquiera en esa misma sociedad nuevas e insospechadas expresiones. Sucede así que mengua la contundencia externa del primero como lo hace así mismo el aprecio por su contenido, mientras que el segundo dispara su cotización sentimental para rozar casi lo patético en algunos casos: hasta la Renfe envía vídeos por correo electrónico recordando la festividad maternal.

     Pero al cabo no es tanto una asunto de circunstancias lo que aleja un día del otro como el envoltorio que se ha concedido a la celebración del trabajo o de las madres. Si bien se mira, es el comercio la auténtica seña distintiva. Mientras que el trabajo no da ni para vender un clavel, las madres son un negocio de primer orden, tal y como se deduce del hecho de que incluso la empresa ferroviaria se cuele en el convite. Sobre todo porque los afectos, que son terrenos abonados para el marketing, hacen de ellas materia más que comerciable.

     Lo cual que volvemos a situarnos en una de las claves de nuestro tiempo. Si a finales del siglo pasado se consideraba que nada era si no se retransmitía por televisión, parece evidente que en esta época, saturados de pantallas, sólo se es conforme a la capacidad de ser convertidos en mercancía. Cierto que las madres son mucho más que un sorteo extraordinario de lotería o un anaquel vistoso de un almacén. Pero eso es debido a la segunda cualidad que las abriga, el sentir, que es también sustancia resbaladiza para el juicio.

Publicado en La Nueva Crónica, 6 mayo 2018