Mayo
progresa de susto en susto. A pesar de estampas florales, jolgorios de
comuniones y memorias melancólicas del 68 francés, la pesadilla se ha adueñado
del escenario. Apenas abrimos los ojos, nos asalta la sucesión de horrores y un
sinfín de aparentes delirios se dibujan enfrente hasta hundirnos en la angustia
como en la peor pesadilla.
Cuento
esto desde mi condición de ser inferior, en palabras del recién estrenado Molt Honorable, y por tanto con serio
riesgo de confusión por mi ignorancia natural al haber nacido accidentalmente
en una tierra de conejos. Con todo y siendo en verdad monstruoso que alguien
así haya llegado donde ha llegado, no es el único mal sueño de estas fechas. La
primavera tiene estas cosas, nos inunda de casi todo, hasta del más sucio aroma
de la historia cuando se repite a sí misma como un regüeldo. Entonces aparece
Berlusconi, rescatado por la justicia italiana para el noble ejercicio de la
política, mientras otros tribunales absuelven a los bomberos salvavidas de un
Mediterráneo que sigue oliendo a muerto y un poco más allá, ribereños también
con el cementerio, decenas de palestinos suman sus cadáveres a la larga condena
de un pueblo encarcelado. En los sueños nunca se sabe con certeza lo que es una
crisis humanitaria y todos cometemos deslices que, al parecer, se saldan con
una disculpa, un quítame allá esas pajas y pelillos a la mar, que es el morir.
Y así, volviendo a la realidad, resulta que esta misma semana se oficiaron las
ceremonias del balón y hubo que declarar el estado de sitio para garantizar el
juego, y eso que no intervenía la federación argentina ilustrando a sus hinchas
sobre cómo tratar a las mujeres indígenas para no asustarlas. Otra congoja. O
asistimos al festival de los excesos luminosos, la ñoñería y el disparate de
una Europa extraviada a la que un día amamos tanto. En fin, hasta Bustamante
tiene nueva novia y en ciertos bares y restaurantes comienzan a cobrarnos el
agua del grifo porque, dicen, nos la sirven filtrada. Con ácido lisérgico
seguramente.
Publicado en La Nueva Crónica, 20 mayo 2018
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